Hay dos formas de interpretar el 13º congreso de UPN. Una muestra un partido unido en torno a su nueva presidenta, elegida por el 81% de los votos y sin oposición interna. Cristina Ibarrola controlará la ejecutiva y tendrá las manos libres para tomar las decisiones estratégicas que siguen pendientes en una formación que cada vez tiene menos poder institucional. La otra, posiblemente más realista, evidencia muchas de las debilidades que vive hoy la que hace no tanto era la fuerza más influyente de Navarra. Apática, menguante y sin más proyecto que la apelación constante a un pasado que ya no volverá.

El cierre del congreso, –frío, plano y con ausencias muy destadas– fue un buen reflejo. Poco más de 150 personas siguieron el discurso de proclamación de Ibarrola. Ni los expresidentes Miguel Sanz ni Yolanda Barcina, ni parlamentarias que hasta ahora formaban parte de la primera línea del partido, como María Jesús Valdemoros o Marta Álvarez, acudieron a la clausura. Y solo la despedida de Javier Esparza generó algo de emotividad. Los 130 votos en blanco –de 710– y los cerca de 1.400 afiliados de los 2.100 que oficialmente tiene UPN que ni siquiera se acercaron a votar pese a situar urnas en distintas localidades, suponen un serio aviso para los nuevos dirigentes.

La desmovilización no se explica solo por la falta de interés, interno y externo, que ha generado un congreso en el que todo estaba previamente atado. La inercia marca el rumbo de UPN, que mantiene una línea política continuista y un relevo limitado en los órganos de dirección, repartidos con calculadora entre la nueva presidenta y el alcalde de Tudela, Alejandro Toquero. Había miedo en UPN a un congreso fratricida que ahondara en una debilidad política e institucional cada vez más profunda. Derrotados por el PP en las últimas elecciones generales y sin apenas poder ejecutivo –de las principales alcaldías solo conserva Tudela, Estella, Barañáin y Egüés, y en estas tres últimas depende del PSN–, una división interna era un riesgo que había que evitar.

Pero el proceso congresual se ha limitado a un cierre de filas en torno a Ibarrola a costa de eludir cualquier tipo de debate sobre el futuro del partido. Por si fuera poco, las voces que han tratado de buscar un hueco alternativo han visto cómo desde la dirección se eliminaba cualquier posibilidad de concurrencia en igualdad de condiciones. 11 de ellos han optado por retirar su candidatura tras lo que consideran una actuación parcial de quienes debían dirigir el congreso.

Una oportunidad perdida

Si el objetivo de la cita era hacer autocrítica y abrir una reflexión sobre la apuesta estratégica del regionalismo, el congreso también ha sido una oportunidad perdida. Las ponencias apuestan por la continuidad en cuanto a estructura orgánica y principios políticos, y dejan cualquier decisión a corto, medio y largo plazo en manos de la nueva dirección. Ahí es donde se verá si el reparto de poder ha servido para cohesionar la organización o solo ha sido una forma de aplazar las disputas internas.

De momento, a poco más de un mes de las elecciones europeas, UPN todavía no sabe qué va a hacer. Descartada la coalición con el PP, los regionalistas tienen que decidir si presentan candidatura, algo improbable, piden el voto para el PP o directamente se ponen de perfil.

No es el único debate que se ha quedado de lado. Rechazado el nombre de UPN en euskera, no hay ninguna reflexión sobre el futuro del partido ni discusión estratégica. Tampoco si se van a buscar posibles acuerdos con el Gobierno de Navarra o el de Madrid, o si se va a seguir la línea de oposición dura y frontal del PP y Vox en Madrid. Aunque vista la experiencia que ofrecen tanto Ibarrola como Toquero, todo apunta a una continuidad en la línea de confrontación total, sobre todo ahora que Pedro Sánchez muestra dudas sobre su futuro.

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¿Quiénes forman la nueva ejecutiva de UPN liderada por Ibarrola y Toquero? A. Irisarri

Sin debate interno y el reparto de poder cerrado, la inercia empuja a UPN a seguir la estela del PP y de Vox en Madrid y esperar a que lleguen tiempos mejores. Lo que no parece que vaya a ocurrir a corto plazo, salvo cataclismo político en Madrid. Pero incluso en ese caso, parece difícil que los regionalistas vuelvan a ser capaces de articular mayorías que les permitan volver al poder. Así que de momento la apuesta pasa por resistir y tratar de seguir siendo la referencia electoral de la derecha en Navarra. En tiempos de dificultad, UPN parece conformarse con seguir liderando la oposición.