Un año más, a las doce del mediodía los sonidos de las campanas de la parroquia de Altsasu se escucharon en toda la villa. Y es que el 3 de mayo, día de la cruz, vuelven los repiques, unos conciertos que se sucederán hasta la otra cruz, el 14 de septiembre, el día grande de las fiestas. Ayer renovaron esta costumbre Asier Beramendi, Jesús Bengoetxea, Jon Kepa Everts y Enrike Zelaia, que con casi 85 años subió airoso al campanario, 79 estrechas y empinadas escaleras.

Puntual, este pregón sonoro arrancó cuando las dos agujas del reloj era una, turnándose los cuatro campaneros con los badajos de las campanas grandes. Fueron 22 minutos en total. Arrancó con un toque de oración, introducido por una llamada de las campanas pequeñas. Le respondieron tres toques de la campana mayor, seguida de otros nuevos. Para el resto, cada uno puso su impronta. Mientras, en el exterior de la iglesia, numerosas personas siguieron el repique, “gloria para los oídos”, según algunas. Un vez finalizado muchas se animaron a bailar, al igual que el pasado año, aunque en esta ocasión el grupo era más numeroso.

Estos cuatro campaneros, junto con otros como Iñaki Bengoetxea, Jesús Irisarri, Félix Martínez y Belén Rubio mantienen viva una costumbre de origen pagano que se perdió a mediados del pasado siglo, años de grandes cambios en Altsasu. La recuperó Enrike Zelaia a principios de los años 70, aunque no hay una fecha exacta. “Antiguamente se realizaba con cencerros como conjuro para proteger la economía agropecuaria y ahuyentar los malos espíritus. Al igual que otras muchas, fue adaptada por el Cristianismo como una llamada a la oración, un toque de obligado descanso para comer, sentido que perdió al pasar a una sociedad industrial, desapareciendo entonces”, apuntó.

Para que perdure, el akordeolari recopiló el repique de tres campaneros alsasuarras: los hermanos Mariano y Daniel Martirena así como Anacleto Zelaia, recogidos en una partitura que donó al Ayuntamiento de Altsasu. Y es que no se puede perder este lenguaje sonoro que se ha mantenido a lo largo de los siglos como un medio de comunicación comunitario y que la Unesco reconoció como patrimonio inmaterial de la humanidad.

Precisamente, para reconocer su contribución al acervo cultural de la villa, el año pasado el grupo de la alcaldía, Geroa Bai, cedió el honor de lanzar el cohete de fiestas a los campaneros del repique.